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Nueve de Julio

A dieciocho años de la última victoria peronista.

Por qué pierde el peronismo en 9 de Julio

POR ANDRÉS TEMPO

Las elecciones de 2023, pueden significarle al peronismo local la triste conmemoración de dos décadas continuas de fracasos electorales. La última victoria en las urnas data del año 2003. En esa oportunidad fue Martín Callegaro, el último dirigente peronista que supo encarnar el sentido popular del justicialismo. De allí en adelante, los dirigentes que lo sucedieron fueron transformándose en expertos para administrar todas las derrotas que fueran necesarias para mantenerse con el control del partido.

Así las cosas, 9 de Julio, es uno de los pocos distritos del país que se mantuvo al margen del mayor fenómeno político registrado en lo que va del siglo XXI, el kirchnerismo. Desde la asunción de Néstor Kirchner, la ciudad no ha vuelto a tener un solo día peronista. Es más, por el contrario, las pocas o pocos concejales del justicialismo que accedieron a representar bancas en el HCD, durante los años siguientes; buscaron siempre diferenciarse de esa corriente política nacional anteponiendo la ortodoxia partidaria por sobre quienes desde el 2003 a la fecha, concitaron el mayor apoyo popular desde los días de Juan Domingo Perón.

Ese conservadurismo ideológico muy propio de la derecha peronista, no fue gratuito. El costo le significo al distrito perder representatividad política dentro de la provincia de Buenos Aires. Los y las militantes locales que quisieron representar al peronismo tuvieron que hacerlo o por afuera de la organización; o emigrando a otros distritos en la búsqueda de apoyos partidarios que le posibilitaran algún lugar de importancia en las listas. Esta pérdida de poder  ostensible en la toma de decisiones de la Cuarta región electoral, rebajó la categoría de 9 de Julio, hasta llegar a convertirlo en un satélite político de distritos con menor caudal electoral.

Pero aún más grave que la pérdida de representatividad provincial, fue el adormecimiento político general que provocó hacia adentro de la ciudad. Esta cúpula dirigencial se apartó voluntariamente de la mística, de la movilización, de la ideología, de la juventud, de la lucha por la justicia social y de la inclusión en la política y la participación que se produjo en todo el territorio argentino. En síntesis, se autoexcluyeron de todas las banderas del peronismo durante los gobiernos de Nestor Kirchner y de Cristina Fernández; pero también repitieron su ausentismo bajo el gobierno de Mauricio Macri. En los casi siete años de gobierno de Mariano Barroso, considerado parte del núcleo duro macrista en la cuarta región electoral, no hubo en ellos la menor oposición, sobre (por citar algo) la reducción del 17% en los salarios en los trabajadores registrados; el 29% a la baja en las remuneraciones de los estatales, ni sobre la pérdida salarial del 33% sobre los trabajadores no formales. Fueran estos peronistas, radicales o extrapartidarios; desde el año 2005 a la fecha, la palabra “trabajador” o en su término más laxo, “asalariado”, se halla ausente del vocabulario político. La casta peronista nuevejuliense se ha ido transformando en libertaria, desde mucho antes de la irrupción política de Javier Milei.

El apartamiento de los problemas sociales, el abandono de los temas de interés nuevejulienses es tan extenso como la voluntad de análisis; y la conclusión a la que se llega es única: desde aquella primera derrota de Horacio Delgado en el año 2005, el peronismo por él administrado durante la última década y media, ha abandonado la política en su acepción más extensa. Y no solo eso, bajo su acción deliberada ha impedido de forma sistemática que la pudieran ejercer el resto de los afiliados. Todos y todas aquellos que quisieron participar de la política abrazando el ideal peronista, a su debido tiempo y de diferentes formas, fueron excluidos y apartados de la vida partidaria y obligados a jugar por fuera. Así y de ese modo, las derrotas sumaron a más derrotas hasta el hartazgo; pero le garantizaron a Delgado y a su círculo íntimo la permanencia dentro de la miseria.

En términos prácticos, tanto él como sus socios, están a tan solo un año del record de apartamiento peronista del poder que soñó el Gral. Aramburu, y nada indica que no estén dispuestos a superarlo. Luego de la última gran derrota del 14 de noviembre, no se vislumbra la menor autocrítica; por el contrario, su delfín y concejal electo José María Mignes, después de sacar 6.708 votos, sobre 16.811 de su opositor, declaró: “el objetivo está cumplido”.

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