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Nueve de Julio

Se obtuvo a partir de desechos industrial lácteos

Una prueba del INTA 9 de Julio, podría cambiar la producción de trigo en Argentina.

La elaboración de quesos produce un subproducto conocido como el suero de leche, que se obtiene tras la coagulación de la leche, cuando se separa la cuajada del queso

La Agencia de Extensión Rural (AER) 9 de Julio del INTA, obtuvo a partir de desechos industrial lácteos, rendimientos en trigo que podrían modificar la producción en el país. Los resultados preliminares demuestran un aumento en el rendimiento por hectárea superiores al 40%. Hablar de más de 5.000 kilos puede ser posible.

La elaboración de quesos produce un subproducto conocido como el suero de leche, que se obtiene tras la coagulación de la leche, cuando se separa la cuajada del queso. Si bien muchos productores utilizan el suero como un alimento en la producción porcina, en los últimos años se incrementaron los estudios con el fin de encontrarle otros usos a este subproducto de la industria láctea que, en algunos casos, se desecha.

Argentina produce anualmente en promedio más de 10 mil millones de litros de leche, los cuales, según el Observatorio de la cadena láctea Argentina, el 44,5% es usado para la elaboración de quesos. Por cada quilo de queso, se producen unos 9 litros de suero. Lo que para muchas empresas de envergadura, puede llegar incluso a ser un problema contaminante.

En ese marco, el INTA 9 de Julio, decidió experimentar –de forma exploratoria– en el cultivo de trigo con un lactofermento elaborado por el Laboratorio “Los Cardales” mediante un proceso de fermentación anaeróbica a partir de suero de leche, con la adición de algunos productos minerales y melaza.

Lactofermento elaborado por el Laboratorio “Los Cardales” mediante un proceso de fermentación anaeróbica a partir de suero de leche, con la adición de algunos productos minerales y melaza.

“Realizamos una experiencia con una variedad de trigo sensible a enfermedades (DM Algarrobo) para tratar de visualizar su acción como bioprotector y también como biofertilizante”, explicó Luis Ventimiglia, jefe de la AER 9 de Julio del INTA y especialista en cultivos.

Uno de los objetivos del ensayo era verificar si el producto tenía propiedades fungicidas. Por ese motivo, se dividió el terreno en dos lotes: uno recibió tratamiento con fungicida –para protegerlo de las enfermedades foliares– y el otro no recibió tratamiento. Ambos sectores recibieron la misma fertilización a base de fosfato monamónico, urea y sulfato de calcio.

A su vez, ambos lotes se dividieron en seis parcelas diferentes. Una funcionó como testigo y en las otras cinco se administraron distintas proporciones del bioproducto para analizar la incidencia en el cultivo. La primera parcela recibió el 15 % (en 160 litros de agua) en una aplicación, la segunda el 30 % en una única aplicación y la tercera el 60 %; mientras que en la cuarta y quinta parcela se hicieron cuatro y seis aplicaciones progresivas al 15 %.

Haciendo clic aquí puede accederse al estudio completo

“Si bien pudimos apreciar que el producto no tuvo un efecto importante en el control de las enfermedades que se presentaron (mancha amarilla, roya de la hoja y roya amarilla), observamos un mejor comportamiento del trigo en el rendimiento, a medida que se utiliza mayor cantidad del lactofermento o cuando el mismo se aplica en forma secuencial”, señaló Ventimiglia.

En ese sentido, el especialista sostuvo que “los resultados son alentadores” porque incluso cuando no se aplicaron fungicidas, “los incrementos del rendimiento fueron de 33,5 % con la única aplicación al 15 % del lactofermento, de 68,5 % cuando se realizaron cuatro aplicaciones progresivas y de 96,6 % cuando se hicieron seis aplicaciones”.

“Esto quiere decir que, si bien la acción fungicida fue nula, existió un efecto del bioproducto en el metabolismo de la planta que permitió que se potenciara el rendimiento sustancialmente y esto pudo quizás mitigar indirectamente la acción negativa de enfermedades”, precisó Ventimiglia.

Asimismo, el especialista indicó que cuando se analizó el comportamiento del lactofermento con la protección fungicida, el rendimiento creció drásticamente y se apreciaron aspectos de interés, “todos los tratamientos presentaron un incremento respecto al testigo, con fungicida, pero sin el producto”.

“Estos incrementos fueron –para las aplicaciones al 15 %, 30 % y 60 %– de 11,7 %, 22,7 % y 32,2 %, respectivamente; mientras que cuando se aplicó el producto en forma secuenciada se obtuvieron mejoras en el rendimiento de 43,1 % y 44,3 %, para las cuatro y seis aplicaciones respectivamente”, puntualizó Ventimiglia.

Otro aspecto importante es que pese a su pH ácido (4,5), el lactofermento no produjo quemado foliar aún en las dosis al 60 %, e incluso se observó otra virtud: “El color intenso de las plantas, que puede explicarse por los nutrientes aportados al producto en el laboratorio”, sostuvo el especialista.

En la charla mantenida con CNW, Ventimiglia, se mostró convencido de que esta práctica vaya a ser implementada de manera rápida en toda la Argentina. “Si bien el productor ya tiene establecidos determinados modos de siembra, y aumentar la cantidad de entradas al lote no es tan sencillo; es muy probable que estas aplicaciones puedan hacerse con las entradas que ya se producen, sin agregar otras. De esta forma le sacaría un costo. Se reemplazaría el agua utilizada para aplicar un funguicida, por ejemplo, por este caldo”.

La Argentina y el mundo necesitan producir más alimentos, según estima Ventimiglia, ya no es posible llegar a esta solución de forma horizontal, “ya no hay más tierras para cultivar, la manera es que el aumento se dé verticalmente, es decir, más kilos por hectárea. El ensayo es virtuoso por donde se lo mire. Es pasar de un producto que sería un desecho y posiblemente un contaminante; a otro de un costo extremadamente bajo que permite obtener un aumento superior al 40% en la producción”, concluyó.

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